Credo Niceno-Constantinopolitano

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Ícono del Emperador Constantino I y los Padres del Primer Concilio Ecuménico con el texto de la primera parte del Credo.
El Credo Niceno-Constantinopolitano (también el Credo Niceno, el Símbolo de la Fe, el Pistevo (del griego que significa “creo”), o simplemente el Credo) es el credo formulado en los primeros dos Concilios Ecuménicos. Se definó por los Santos Padres de ésos dos concilios, que tuvieron lugar en Nicea y Constantinopla, respectivamente, para combatir varias herejías, sensiblemente el arrianismo, el apolinarismo, el macedonianismo o pneumatomaquianismo, y el quiliasmo.

Orígenes

Algunos escolares creen que el Credo promulgado por el Primer Concilio Ecuménico se basó en un credo primitivo de bautismo usado en Palestina (el Credo de los Apóstoles), aunque otros lo piensan más probable que se originó de un credo promulgado temprano en A.D. 325 en Antioquía, un supuesto “Credo Siriano.”

El Credo de hoy se formuló de dos etapas, y el que se recita actualmente en la Iglesia Ortodoxa refleja las redacciones y añadiduras hechas en el Segundo Concilio Ecuménico. Algunos siglos después, la Iglesia Católica Romana trató de cambiar el credo unilateralmente por añadir la cláusula filioque. Ésta diferencia era una de las causas del Gran Cisma entre Roma y Constantinopla.

La Iglesia Copta tiene una tradición que San Anastasio de Alejandría, cuya teología fue importantísima durante el concilio, fue el autor del Credo aunque fue sólo un diácono en ese momento.

Texto

Creo en un solo Dios Padre, Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible e invisible.

Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos; Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero; nacido, no creado; Consubstancial al Padre, por Quien todo fue hecho. Quien por nosotros, los hombres, y para nuestra salvación, descendió de los cielos, y se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen y se hizo hombre. Crucificado también por nosotros bajo Poncio Piloto, padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercer día conforme a las Escrituras. Y subió a los Cielos y está sentado a la Diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos y Su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los profetas.

En la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén.

Nota: El Credo que se recita hoy en la alabanza Ortodoxa emplea la primera persona singular creo/Πιστεύω) en lugar de la primera persona plural como se promulgó en los concilios.

Fuentes y enlaces