Justino Mártir
Flavio Justino, llamado San Justino Mártir o San Justino El Filósofo, hijo de padres paganos, nació hacia el año 100 en Flavia Neápolis (Palestina); convertido al Cristianismo en Éfeso, fue martirizado en Roma en torno al año 165. Su fiesta se conmemora el 1 de junio.
Biografía
Flavio Justino (San Justino Mártir), hijo de Prisco, nació en Neápolis (actual Nablus o Naplusa, en Samaria, Palestina) hacia el año 100 de nuestra era y moriría, fruto del martirio, en torno al año 165, en Roma. Su natural inquietud –sed- por el saber y el conocimiento, lo llevaron de las vanas e insuficientes respuestas de las corrientes filosóficas de su tiempo (estóicos, peripatéticos, pitagóricos y neoplatónicos) a su definitiva conversión al Cristianismo, a través de las enseñanzas de un anciano cristiano en Éfeso (ca. 130), cuando pudo tener acceso a la Revelación mediante la lectura del Antiguo y el Nuevo Testamento. En palabras de Étienne Gilson, en la época de San Justino, “convertirse al cristianismo era, con frecuencia, pasar de una filosofía animada de espíritu religioso a una religión capaz de consideraciones filosóficas”, pues las preocupaciones religiosas ocupaban entonces una gran parte de la especulación griega.
Es considerado, pues, el primer filósofo cristiano –uno de los primeros Padres Apologistas (o apologetas) griegos-, si fuera plausible hablar de una “filosofía cristiana”. La escuela filosófica creada por él se puede considerar un puente entre la ciencia pagana y el Cristianismo y, según sus propios posicionamientos, la Filosofía es un camino para la Fe, a la que se haya supeditada; en sus propias palabras: “la filosofía es lo que nos conduce a Dios y nos une a Él”.
Se habla de que escribió unas ocho obras, pero sólo se conservan fragmentos de sus dos “Apologías” y de su “Diálogo con Trifón”. La primera (ca. 150) de las apologías –en puridad, terminológicamente, defensas de la Fe Cristiana frente a los malentendidos, ataques y persecuciones de los paganos, filósofos o no- está dirigida al emperador Adriano y contiene tres números (artículos) dedicados al Bautismo y a la Eucaristía que nos muestran cómo la Iglesia ortodoxa se mantiene fiel al Cristianismo primigenio; la segunda apología es continuación de la anterior y, en este caso, va dirigida al emperador Marco Aurelio; en ambos casos, dice que las escribe “a favor de unos hombres y una raza que son injustamente perseguidos, yo uno de ellos, Justino, hijo de Prisco”. Por su parte el diálogo con el judío Trifón (ca. 160), su obra más importante en el marco de la Filosofía, recoge sus principales enseñanzas de corte filosófico y, de un modo estilizado, describe su búsqueda de la verdad, esto es, la Fe, después de la insatisfacción que le produjeron las diversas respuestas ofrecidas por los movimientos filosóficos de su tiempo.
Según las actas notariales de su martirio que se han conservado felízmente, fue decapitado bajo el prefecto Junio Rústico (163-167), en Roma, junto a otros seis hermanos cristianos: Caridad, Caritón, Evelpisto, Hierax, Peón y Liberiano; bello texto, es muestra de una sorprendente firmeza en la Fe Cristiana en tiempos de trágica tribulación para el incipiente Cristianismo; firmeza compartida por un sabio erudito, Justino, y unos humildes hermanos cristianos, sus compañeros de martirio.
Esta es la vida de un hombre santo que habiendo nacido cerca del pozo de Jacob, donde Cristo prometió darnos “agua de vida” (Jn 4, 5-15), acabó sus días en el mundo y obtuvo la vida eterna ofreciendo su sangre vivificante con su ejemplo martirial.