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A través de la resurrección del Dios-Hombre, la naturaleza del hombre fue llevada por el camino de la inmortalidad, y la muerte se volvió, de este modo, cobarde. Pues, antes de la Resurrección de Cristo, la muerte era algo temido por el hombre; mas, después de la Resurrección del Señor, el hombre se transformó en algo temible para la muerte. Si un hombre vive en la Fe en Dios-Hombre Resucitado, él vive más allá del alcance de la muerte. Se vuelve inalcanzable para la muerte. La muerte es transformada en una “alfombra bajo sus pies”: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (I Corintios, 15, 55) Así, cuando un hombre ante Cristo ofrece su último suspiro, pierde apenas la cáscara de su cuerpo, la cuál vestirá nuevamente en el día de la Segunda Venida.