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(1)Este mandamiento, atribuido a Jesús de Nazaret, estaba ya presente en el Antiguo Testamento, pero limitando su aplicación a los miembros de un mismo pueblo: “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico, 19 18). El Nuevo Testamento extiende su aplicación, haciendo de toda persona un sujeto de amor. La forma en que este mandamiento es expresado allí de modo imperativo: (Ama, Tú amarás), clarifica que el amor es un orden divino y no solamente un simple movimiento afectivo. En efecto, amando, el corazón bien puede experimentar tal sentimiento o bien abstenerse. El amor es pues objeto de una ley cuyo significado se resume en que hay que amar al prójimo como a sí mismo.
La idea subyacente en el Antiguo Testamento es que existe un vínculo entre los poseedores de la Ley. Ellos pertenecen todos al pueblo de los justos. Son considerados unidos por el vínculo de la santificación. En este contexto, amar, es consolidar la entidad divino humana del pueblo judío.
En realidad, nos ofrecemos al Cristo, pues Él habita en el otro, particularmente en aquello en lo que está necesitado. El Cristo es el pobre por excelencia, el absolutamente pobre. Él no recibió de la humanidad más que una negativa. Somos, pues, con Él y en Él, los que sufren. El amante y el amado son unificados en la unicidad del Cristo que, por medio de Su sangre, difundió el don brotado, desde toda la eternidad, del corazón de Dios. El que permanece en Dios es el único que nos hace habitar en Él. Si nos contentamos con habitar en el otro, seremos vecinos a la vez de sus virtudes y de sus vilezas. Debemos pues contentarnos con poco y quedarnos con nuestra hambre. Es verdad que el afecto se alimenta de afecto. Es incluso posible encontrar ahí un rastro divino. Mas, el discernimiento humano vuelto hacia Dios y liberado de sí mismo sacrifica el yo y, consecuentemente, Dios se muestra a los otros. Lo importante es transmitir a Dios y nuestra fe en Él. No niego la legitimidad de un movimiento de afectividad, ni la alegría encontrada en el encuentro de dos corazones. Es una recompensa que nos es justamente dada. No debemos sin embargo atarnos a aquel al que ayudamos, porque nuestro objetivo es hacer girar su mirada hacia la del Señor para que así pueda dar gracias y acceda a la vida.
 
'''Georges de Monte Líbano''' (2)
(2) El metropólita Georges (Khodr) es obispo de la diócesis de Monte Líbano (Patriarcado de Antioquía). Es autor de numerosos libros y artículos, abordando particularmente temáticas de la pastoral y de la espiritualidad ortodoxas, el ecumenismo y el diálogo islamo-cristiano. Su última obra apareció en Editions du Cerf / La Sel de la Terre, bajo el título L´appel de l´Esprit. L´Eglise et le monde. El artículo fue publicado inicialmente por el prestigioso diario libanés "An-Nahar" (19/11/2005) y traducido por el SOP al francés directamente desde el árabe.
[[Categoría: Evangelios]][[Subcategoría: Comentarios a los Evangelios]]
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